Malalai Joya tiene un serio problema: la quieren matar.

Esta mujer menuda, de 35 años, casada, sin hijos, diputada sin escaño y que vive en la clandestinidad, es uno de los símbolos de la lucha de la mujer afgana contra una estructura mental, política y social machista y violenta que las condena a una vida de invisibles. Cambia constantemente de casa de apoyo protegida por un grupo de guardaespaldas y fieles ayudantes. "Me han intentado matar cinco veces y sé que lo intentarán de nuevo y es posible que un día lo logren pero no pienso renunciar ni marcharme al extranjero. Mi lucha está aquí".

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